El ombligo de un sueño y el objeto de arte

Se trata de un sueño construido en tres viñetas. Tres viñetas inconexas excepto por la presencia en ellas de un color, color representado por palabras distintas en cada una de ellas… cucurucho… letra… mancha. Color asociado al significante de la transferencia y que en un momento permitió decir al soñante: “El significante tiene el color del objeto”

Es un paisaje nevado, blanco; en el horizonte aparece un Yeti, el hombre de las nieves de un cuento infantil, se acerca andando pausadamente y al llegar a primer plano, muerde un cucurucho, lo que produce una intensa angustia en el soñante, que había reconocido en el Yeti a su analista, por su manera de andar…

El soñante no despierta y tras la sensación de angustia aparece la segunda viñeta en donde las letras del abecedario, convertidas en simples guiones, circulan de izquierda a derecha en el sentido de la escritura, todas las letras son guiones excepto una, una letra con su forma que aparece en color azul y que puede ser cualquiera…

Aparece rápidamente una tercera viñeta, como congelada, sin movimiento, como sin tiempo; en ella, una mancha informe de color azul en el lado izquierdo y en el lado derecho, un cuerpo despellejado que emite una vibración.

El soñante queda perplejo y el sentimiento del despertar es la perplejidad.

La primera parte del sueño, en donde aparece la angustia de castración dio para mucho, apareció todo un constructo fantasmático de escenas y escenarios donde el sujeto pudo pasearse y representarse sin poder salir no obstante de la escena ni del escenario; hasta  el recuerdo casual de un dicho materno: ”Que lastima que el color de los ojos de tu abuelo se hayan perdido para siempre en la familia”… cayó entonces la mirada que le permitía al analizante sostenerse en el color del objeto perdido para siempre; el objeto devino letra, marca del agujero simbólico donde el plus, la pulsión parcial, en este caso la mirada, seguía sosteniendo aún sin sentido el marco fantasmático. Como dice J.-A. Miller en su curso, “Todo el mundo es loco”: “…el secreto del objeto “a” es su caída”, pero también dice que se trata de un soltar que es un agarrar.

Pasó mucho tiempo hasta que el analizante pudo darse cuenta de que después de soltarse de la mirada, la voz, había colonizado como un nuevo tapón, como un nuevo agarrar, el agujero de lo simbólico, voz átona, asemántica que estaba detrás de muchos avatares de la vida del sujeto desde su infancia. Nuevas repeticiones que habían llevado al sujeto en un ando y vengo a ciegas y a sordas por el tiempo de una vida.

Quedaba la última viñeta, sobre todo por el afecto unido al sueño y al despertar: La perplejidad.

Hubo el encuentro con una frase del Curso de J.A. Miller, “Piezas sueltas”: “hay que hacer un forzamiento de la perplejidad”, el analizante se puso a pensar sobre los objetos de arte, en la producción artística como posible respuesta, como esperando allí una respuesta a su pregunta sobre la diferencia entre repetición y contingencia; vino el Joyce de Lacan, aquel capaz de construir una obra con el murmullo de “lalengua”, desabonado del inconsciente, sin un S2 que cuente una historia; una obra construida como un sinthome; con aquello singular en lo que cada uno estamos atrapados sin saberlo… una conexión entre significante y goce sin sentido, como el color que itera en el sueño.

Vino la palabra elucubración en forma de pregunta: “Puede la voz afona como representante de la representación del objeto que no existe contactar con el “se goza” del cuerpo, como un modo de saber hacer con la pulsión fuera del sentido… Se puede escuchar el silencio de un texto”.

La pregunta llevó a leer a John Cage, musico , compositor y escritor americano, en concreto dos libros, Silencio1Cage J., Silencio. Ed. Ardora, Madrid, 2002. y Escritos al oido2Cage J., Escritos al oído. Colegio oficial de aparejadores y arquitectos técnicos de Murcia, 2007.. Me encontré algunas frases:

“Están los sonidos reales del cuerpo, que son como silencios aleatorios en la composición musical”3Cf. Op. Cit., Silencio, p. 22.

“Componer, si se trata de escribir notas, es pues en realidad escritura y cuando menos pensemos que es pensamiento, mas se convertirá en lo que es: Escritura”4Cf. Op. Cit., p. 124.

“Los músicos están libres de los problemas del lenguaje; es decir del significado de las palabras y de las convenciones de la sintaxis”5Cf. Op. Cit., Escritos al oído, p. 124.

“Para elevar la temperatura del lenguaje no basta con eliminar la sintaxis: hay que conceder a cada letra toda su atención estableciendo su única cara y tamaño: leer se convierte en el verbo cantar” (Comentario sobre el Finnegans Wake de Joyce”6Cf. Op. Cit., p. 142.

“Si algo no puede regresar a la naturaleza, regrésalo a si mismo, o úsalo para algo que no tenga ninguna utilidad, como arte, por ejemplo”7Cf. Op. Cit., p. 143.

“Los desperdicios que llenan nuestras calles y todos los lugares de la naturaleza son lo suficientemente hermosos para atraernos: El futuro del arte se extiende entre nosotros por todas partes”8Cf. Op. Cit.

Me pregunto si leer el silencio de la letra, permite en posición de analista, cortar de otro modo; un modo que permita un nuevo cifrado del goce en vez del descifrado del inconsciente. Si el objeto sin amo, el objeto a distancia cero, el objeto caníbal del que habla J.-A. Miller9Miller J.-A., El objeto sin amo. Lacan Quotidien, 510., puede aplicarse a la letra de goce como caníbal del sentido.

 

  • 1
    Cage J., Silencio. Ed. Ardora, Madrid, 2002.
  • 2
    Cage J., Escritos al oído. Colegio oficial de aparejadores y arquitectos técnicos de Murcia, 2007.
  • 3
    Cf. Op. Cit., Silencio, p. 22.
  • 4
    Cf. Op. Cit., p. 124.
  • 5
    Cf. Op. Cit., Escritos al oído, p. 124.
  • 6
    Cf. Op. Cit., p. 142.
  • 7
    Cf. Op. Cit., p. 143.
  • 8
    Cf. Op. Cit.
  • 9
    Miller J.-A., El objeto sin amo. Lacan Quotidien, 510.