TEXTOS DE ORIENTACIÓN

Una dicha que no se conoce a sí misma

Julio González

La ausencia de un objeto predeterminado caracteriza, desde Freud, a la pulsión. La pulsión se satisface haciendo su recorrido en torno a cualquier subrogado que venga a ocupar el lugar de esa ausencia; es lo que muestra, por ejemplo, el síntoma en tanto que sustituto de la satisfacción pulsional.

Que la pulsión no tenga objeto, lo que Lacan reformuló como la inexistencia de la relación sexual, acarrea el hecho de que ella no se inscriba en el marco de una adaptación lograda al medio, pues en su exigencia de satisfacción parasita el cuerpo del viviente convirtiéndose en “tierra extranjera”,1 Freud, S., “31 conferencia, La descomposición de la personalidad psíquica, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, Obras Completas, vol. XXII, Amorrortu, Buenos Aires 1979, p. 53. inasimilable, para el sujeto. Extranjera como también lo será la realidad exterior. Si bien no tiene objeto, la pulsión no carece de límite a la satisfacción. Es aquel que marca el principio del placer.

La búsqueda del placer rige al aparato psíquico, alejando al sujeto de la realidad en la medida en que este aparato tiene a la satisfacción alucinatoria del deseo como modo de alcanzar su meta. El sueño es para Freud el paradigma de tal funcionamiento, “nada es más que sueño”,2 Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Lacaniana, 11, Buenos Aires, 2011, p. 7. lo que nos permite leer en el texto freudiano la propuesta para estas Jornadas: no nos despertamos nunca pues si nos despertamos es para seguir durmiendo en la realidad.

Hagamos, pues, un recorrido por algunos de tales textos.

En “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Freud señala la sustitución del principio del placer por el principio de realidad, sustitución que tiene como objetivo la satisfacción pulsional. Dicha sustitución se produce ante la quiebra del propio principio del placer, la satisfacción alucinatoria del deseo fracasa pues algo queda irresuelto en este principio. Freud lo denominó “las imperiosas exigencias de las necesidades internas”.3 Freud, S., “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Obras Completas, vol. XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1980, p. 224. Hay una falla consustancial al propio principio de placer, que lleva a su sustitución por el principio de realidad. Podemos decir que dicha falla da cuenta de un real en la satisfacción pulsional por lo que dicha sustitución, del principio del placer por el de realidad, "no implica el destronamiento del primero, sino su aseguramiento”.4 Ibid., p. 228.

Jacques-Alain Miller en su curso Causa y consentimiento retoma tales exigencias bajo el término de una “exigencia residual de goce”, como “algo a lo que en absoluto se debe renunciar, algo que es la raíz misma de la realidad y que es la razón única por lo cual tenemos una realidad, a saber, el goce (…) la realidad es un circuito largo al servicio del goce”.5 Miller, J.-A., Causa y consentimiento, Paidós, Buenos Aires, 2019, p. 361. Ante la emergencia de la exigencia de goce nos aseguramos el placer por medio del goce-sentido.

Años más tarde, Freud dará un giro a esta relación entre ambos principios al resaltar la compulsión de repetición como fuerza pulsional más originaria que el principio del placer y que empareja la satisfacción pulsional con lo nocivo. La pulsión se satisface en el sufrimiento que el síntoma depara. Lo que nos conduce a lo que Lacan formulará como la opacidad del síntoma, lo que del goce se resiste al desciframiento, se resiste al goce-sentido.

El sujeto se aparta del constante esfuerzo pulsional en tanto se encuentra inerme y desvalido frente a él, así como también evita la realidad externa en tanto que contradice al placer. Ambos procesos dan cuenta de un imposible de soportar, la presencia de un real frente al cual el sujeto se defiende y no deja de apartarse. El juego infantil, las fantasías inconscientes, los sueños, el delirio, la producción artística son la muestra en el texto freudiano de esta tensión entre exterior e interior, del intento de evitación de una realidad objetiva adversa para el placer, así como los modos de suplir la exigencia de goce. Son modos de crearse “un mundo propio”.6 Freud, S., “El creador literario y el fantaseo”, Obras completas, vol. IX, Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 127.

En este punto las fronteras entre neurosis y psicosis se diluyen. Tal y como señala Freud en “La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”, ambas estructuras clínicas tienen en común una relación perturbada con la realidad ante la emergencia de la demanda pulsional, así como la creación de una nueva realidad que la supla. Las fantasías –el fantasma- en la neurosis y el delirio en la psicosis lo ponen de relieve. Ambas suplencias son producciones frente a lo real de un goce indómito, si bien difieren entre ellas. Para la neurosis dicha neo-realidad da cuenta de un simbolismo, un sentido oculto, pero este no se produce en la psicosis ya que en este caso las palabras son tratadas como cosas.

No se renuncia a nada, no se abandonan las fuentes infantiles de placer, cualquier renuncia no es otra cosa más que un sustituto, un subrogado.7 Ibid., p. 146. La pulsión, a diferencia del deseo, siempre se satisface trazando su recorrido en torno a cualquier objeto que venga a sustituir la ausencia original. “El sujeto es dichoso” en el exilio del objeto plus-de-goce.8 Lacan, J., “Televisión”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 552. En su seminario Lacan situará este exilio del ser hablante respecto de la relación sexual, pues el recorrido de la pulsión en torno al objeto a no conviene a la relación sexual. El ser hablante está en su mundo.9 Lacan, J., El Seminario, libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1975, p. 175.

Entonces, se trata de una dicha que se funda sobre una falta primordial y que, como señala Jacques-Alain Miller, “no se conoce a sí misma”, es decir, se trata de una dicha que liga al placer con el más allá de un goce mortífero, pudiendo llevar en algunos casos a lo peor.10 Miller, J.-A., El deseo de Lacan, Atuel-Anáfora, 1997, p. 32.

El sujeto es dichoso “está inscripto en el goce (…) fabrica con las diversas maldiciones que lo afectan los medios para sustentar ese goce”.11 Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 335. Es sin duda un punto con el cual poder orientarnos.

 

  1. Freud, S., “31 conferencia, La descomposición de la personalidad psíquica, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, Obras Completas, vol. XXII, Amorrortu, Buenos Aires 1979, p. 53.
  2. Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Lacaniana, 11, Buenos Aires, 2011, p. 7.
  3. Freud, S., “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Obras Completas, vol. XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1980, p. 224.
  4. Ibid., p. 228.
  5. Miller, J.-A., Causa y consentimiento, Paidós, Buenos Aires, 2019, p. 361.
  6. Freud, S., “El creador literario y el fantaseo”, Obras completas, vol. IX, Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 127.
  7. Ibid., p. 146.
  8. Lacan, J., “Televisión”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 552.
  9. Lacan, J., El Seminario, libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1975, p. 175.
  10. Miller, J.-A., El deseo de Lacan, Atuel-Anáfora, 1997, p. 32.
  11. Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 335.

 

La ausencia de un objeto predeterminado caracteriza, desde Freud, a la pulsión. La pulsión se satisface haciendo su recorrido en torno a cualquier subrogado que venga a ocupar el lugar de esa ausencia; es lo que muestra, por ejemplo, el síntoma en tanto que sustituto de la satisfacción pulsional.

Que la pulsión no tenga objeto, lo que Lacan reformuló como la inexistencia de la relación sexual, acarrea el hecho de que ella no se inscriba en el marco de una adaptación lograda al medio, pues en su exigencia de satisfacción parasita el cuerpo del viviente convirtiéndose en “tierra extranjera”,12 Freud, S., “31 conferencia, La descomposición de la personalidad psíquica, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, Obras Completas, vol. XXII, Amorrortu, Buenos Aires 1979, p. 53. inasimilable, para el sujeto. Extranjera como también lo será la realidad exterior. Si bien no tiene objeto, la pulsión no carece de límite a la satisfacción. Es aquel que marca el principio del placer.

La búsqueda del placer rige al aparato psíquico, alejando al sujeto de la realidad en la medida en que este aparato tiene a la satisfacción alucinatoria del deseo como modo de alcanzar su meta. El sueño es para Freud el paradigma de tal funcionamiento, “nada es más que sueño”,13 Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Lacaniana, 11, Buenos Aires, 2011, p. 7. lo que nos permite leer en el texto freudiano la propuesta para estas Jornadas: no nos despertamos nunca pues si nos despertamos es para seguir durmiendo en la realidad.

Hagamos, pues, un recorrido por algunos de tales textos.

En “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Freud señala la sustitución del principio del placer por el principio de realidad, sustitución que tiene como objetivo la satisfacción pulsional. Dicha sustitución se produce ante la quiebra del propio principio del placer, la satisfacción alucinatoria del deseo fracasa pues algo queda irresuelto en este principio. Freud lo denominó “las imperiosas exigencias de las necesidades internas”.14 Freud, S., “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Obras Completas, vol. XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1980, p. 224. Hay una falla consustancial al propio principio de placer, que lleva a su sustitución por el principio de realidad. Podemos decir que dicha falla da cuenta de un real en la satisfacción pulsional por lo que dicha sustitución, del principio del placer por el de realidad, "no implica el destronamiento del primero, sino su aseguramiento”.15 Ibid., p. 228.

Jacques-Alain Miller en su curso Causa y consentimiento retoma tales exigencias bajo el término de una “exigencia residual de goce”, como “algo a lo que en absoluto se debe renunciar, algo que es la raíz misma de la realidad y que es la razón única por lo cual tenemos una realidad, a saber, el goce (…) la realidad es un circuito largo al servicio del goce”.16 Miller, J.-A., Causa y consentimiento, Paidós, Buenos Aires, 2019, p. 361. Ante la emergencia de la exigencia de goce nos aseguramos el placer por medio del goce-sentido.

Años más tarde, Freud dará un giro a esta relación entre ambos principios al resaltar la compulsión de repetición como fuerza pulsional más originaria que el principio del placer y que empareja la satisfacción pulsional con lo nocivo. La pulsión se satisface en el sufrimiento que el síntoma depara. Lo que nos conduce a lo que Lacan formulará como la opacidad del síntoma, lo que del goce se resiste al desciframiento, se resiste al goce-sentido.

El sujeto se aparta del constante esfuerzo pulsional en tanto se encuentra inerme y desvalido frente a él, así como también evita la realidad externa en tanto que contradice al placer. Ambos procesos dan cuenta de un imposible de soportar, la presencia de un real frente al cual el sujeto se defiende y no deja de apartarse. El juego infantil, las fantasías inconscientes, los sueños, el delirio, la producción artística son la muestra en el texto freudiano de esta tensión entre exterior e interior, del intento de evitación de una realidad objetiva adversa para el placer, así como los modos de suplir la exigencia de goce. Son modos de crearse “un mundo propio”.17 Freud, S., “El creador literario y el fantaseo”, Obras completas, vol. IX, Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 127.

En este punto las fronteras entre neurosis y psicosis se diluyen. Tal y como señala Freud en “La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”, ambas estructuras clínicas tienen en común una relación perturbada con la realidad ante la emergencia de la demanda pulsional, así como la creación de una nueva realidad que la supla. Las fantasías –el fantasma- en la neurosis y el delirio en la psicosis lo ponen de relieve. Ambas suplencias son producciones frente a lo real de un goce indómito, si bien difieren entre ellas. Para la neurosis dicha neo-realidad da cuenta de un simbolismo, un sentido oculto, pero este no se produce en la psicosis ya que en este caso las palabras son tratadas como cosas.

No se renuncia a nada, no se abandonan las fuentes infantiles de placer, cualquier renuncia no es otra cosa más que un sustituto, un subrogado.18 Ibid., p. 146. La pulsión, a diferencia del deseo, siempre se satisface trazando su recorrido en torno a cualquier objeto que venga a sustituir la ausencia original. “El sujeto es dichoso” en el exilio del objeto plus-de-goce.19 Lacan, J., “Televisión”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 552. En su seminario Lacan situará este exilio del ser hablante respecto de la relación sexual, pues el recorrido de la pulsión en torno al objeto a no conviene a la relación sexual. El ser hablante está en su mundo.20 Lacan, J., El Seminario, libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1975, p. 175.

Entonces, se trata de una dicha que se funda sobre una falta primordial y que, como señala Jacques-Alain Miller, “no se conoce a sí misma”, es decir, se trata de una dicha que liga al placer con el más allá de un goce mortífero, pudiendo llevar en algunos casos a lo peor.21 Miller, J.-A., El deseo de Lacan, Atuel-Anáfora, 1997, p. 32.

El sujeto es dichoso “está inscripto en el goce (…) fabrica con las diversas maldiciones que lo afectan los medios para sustentar ese goce”.22 Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 335. Es sin duda un punto con el cual poder orientarnos.

 

  1. Freud, S., “31 conferencia, La descomposición de la personalidad psíquica, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, Obras Completas, vol. XXII, Amorrortu, Buenos Aires 1979, p. 53.
  2. Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Lacaniana, 11, Buenos Aires, 2011, p. 7.
  3. Freud, S., “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Obras Completas, vol. XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1980, p. 224.
  4. Ibid., p. 228.
  5. Miller, J.-A., Causa y consentimiento, Paidós, Buenos Aires, 2019, p. 361.
  6. Freud, S., “El creador literario y el fantaseo”, Obras completas, vol. IX, Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 127.
  7. Ibid., p. 146.
  8. Lacan, J., “Televisión”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 552.
  9. Lacan, J., El Seminario, libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1975, p. 175.
  10. Miller, J.-A., El deseo de Lacan, Atuel-Anáfora, 1997, p. 32.
  11. Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 335.