TEXTOS DE ORIENTACIÓN

Sobre el estatuto transclínico del delirio

Gustavo Dessal

En 1956 los sociólogos americanos Leon Festinger, Henry W. Riecken y Stanley Schachter publicaron un apasionante estudio titulado When prophecy fails (Cuando las profecías fallan) en el que volcaron la observación directa de un extraordinario fenómeno de creencia colectiva. Corría el año 1943 cuando la señora Marian Keech (residente en Lake City) experimentó unas extrañas sensaciones en el brazo y comenzó a escribir de manera automática el anuncio (proveniente de seres extraterrestres) de que la Tierra sería destruida. A partir de ese momento se generó un movimiento integrado por un gran número de seguidores que no solo creyeron firmemente en las declaraciones de la señora Keech, sino que no se dieron por vencidos cuando la fecha de la profecía llegó sin que nada sucediese. En lugar de que el incumplimiento de la profecía disolviese la fe de esos creyentes, paradójicamente, contribuyó a reforzarla aún más.

"El creyente individual -escriben los autores- debe tener un soporte social. Es improbable que un creyente aislado pueda soportar el fallo de la predicción. Pero si es miembro de un grupo de personas que se apoyan mutuamente, podemos esperar que la creencia se mantenga y que los creyentes intenten hacer proselitismo o que traten de convencer a los no miembros de que la creencia es correcta”.1 Festinger, L., Riecken, H. y Shachter, S., When prophecy fails, Harper, USA, 1956. Las redes y plataformas sociales proporcionan en la actualidad un espacio multiplicador del apoyo social al que los autores hacen referencia. Con mucho atino, señalan que estaríamos completamente equivocados si considerásemos que quienes comparten esta clase de creencias son sujetos clínicamente locos. En la época en que ese libro fue publicado, el volumen de la literatura fantástica sobre extraterrestres y amenazas milenarias era descomunal en los Estados Unidos, así como el número de seguidores. Internet es ahora una lanzadera que arroja al espacio globalizado incontables contenidos que pueden ser instrumentados con fines políticos, económicos e ideológicos.

“Todo el mundo está en su mundo” es una modulación del aserto de Lacan de que todo el mundo delira, más allá de su condición clínica estricta. No podemos dejar de evocar, además, las observaciones de Lacan sobre el concepto mismo de “mundo”,2 Lacan, J.,"La ciencia y la verdad", Escritos 2, ed. SXXI, México, 1984, p. 834. basado en la obra de Alexandre Koyré.3Koyré, A., Del mundo cerrado al universo infinito, Siglo XXI Ediciones, Buenos Aires, 1989. La cuestión tampoco se le pasó por alto a Pascal,4 Pascal, R., Pensamientos, Alianza ed. Madrid, 2015. para quien existe la locura de todo el mundo aunque también la de cada uno.

Uno de los temas más apasionantes es que podemos verificar, como en el ejemplo de la señora Keech, la forma en que el mundo de cada uno puede, bajo determinadas condiciones, hacer lazo social. Las redes sociales han hecho posible que este fenómeno se multiplique de forma exponencial. Cada uno está en su mundo, pero de pronto puede socializar su locura, y tocar ciertos resortes que convoquen seguidores. Cuál es el carácter de esta identificación que hace posible colectivizar el delirio de un sujeto singular, que comienza a tener cientos de miles, o millones de seguidores, es un objeto de estudio.

Las consecuencias son muy variadas. Los “escuchadores de voces”, sujetos que padecen alucinaciones auditivas, han encontrado un modo de aliviar su sufrimiento y su profunda soledad en foros que se han extendido por todo el mundo. Allí comparten sus experiencias alucinatorias, discuten sobre ellas, y en esa medida logran que el mundo en el que cada uno está encerrado se abra al de muchos otros. El efecto terapéutico se verifica en que estos grupos han proliferado y son plenamente activos desde hace décadas.

Otras locuras singulares que empiezan a replicarse son, por el contrario, signos de alerta. Es asombroso que Rosemary Kessick, una consultora financiera residente en Londres con un hijo autista, haya convertido el fraude del Dr. Andrew Wakefield, publicado en The Lancet, y que atribuía la causa del autismo a la vacuna Triple Vírica, en una causa que veinte años más tarde sigue teniendo millones de seguidores en todo el planeta. La señora Kessick convirtió su drama personal en una cruzada contra la vacunación. El Dr. Wakefield fue condenado y se le retiró su licencia para ejercer como médico, pero la locura no se ha detenido, y de poco sirven los desmentidos de la OMS ante una certeza que consigue conmover el delirio de millones de personas.

Puede resultar extraño que durante la campaña presidencial que condujo a Trump al poder, incontables sujetos hayan creído que Hillary Clinton dirigía redes de pornografía infantil y realizaba rituales satánicos. Pero sin embargo esa “información” logró el objetivo de interferir en el proceso electoral. Aunque su incidencia en el resultado electoral haya sido mínima, lo que importa destacar es que el fenómeno de las fake news no es nuevo en absoluto. Se apoya en el hecho de que la verdad tiene estructura de ficción y que debido a ello no existe ninguna verdad que no sea mentirosa por definición.

“Todo el mundo delira”5 Cf. Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, 11, Buenos Aires, 2011, p. 11. es el máximo cuestionamiento que Lacan alcanzó en su revisión del concepto de verdad.6 Cf. Miller, J.-A., Todo el mundo es loco. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2016. Allí puede leerse el profundo recorrido que Lacan hace de su concepto de verdad, desde “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, pasando por momentos claves como su Seminario 17, donde el concepto de verdad y de complejo de Edipo sufren una conmoción, y su Seminario 20. En este último, la afirmación del significante como causa del goce inicia un nuevo recorrido de la experiencia clínica. La verdad pierde su carácter decisivo como orientación de la cura, en beneficio de la idea de que solo puede mentir sobre lo real. Por supuesto, esa “mentira” no es la de la mala fe. La verdad como estructura de ficción se reinterpreta como aquello que solo puede “fallar” en su intento de decir lo real. Las redes sociales y la tecnología de los bots abordan la realidad con los aparatos del goce para distintos fines. No “moldean” el cerebro humano, como pretenden los apóstoles de las neurociencias, sino que apuntan al corazón de esos “demonios internos” que habitan en cada uno de nosotros. Aunque no han sido necesarias para que el sujeto se defina por su delirio singular, que es transclínico, han hecho posible que la mónada de cada parlêtre se abra al mundo de los otros.

La repercusión de este paradigma actual tiene serios compromisos en el campo de lo político. La lógica del delirio y las formas actuales de algunos discursos políticos poseen semejanzas que no son casuales, sino que obedecen a experimentos cuyo éxito es indiscutible. Eso se manifiesta en síntomas de extrema gravedad, como las matanzas que en los Estados Unidos convierten el delirio en algo que se integra poco a poco en la cultura. Todo el mundo está en su mundo, pero cada vez más hay alguno que se abalanza sobre el mundo de los otros.

 

  1. Festinger, L., Riecken, H. y Shachter, S., When prophecy fails, Harper, USA, 1956.
  2. Lacan, J.,"La ciencia y la verdad", Escritos 2, ed. SXXI, México, 1984, p. 834.
  3. Koyré, A., Del mundo cerrado al universo infinito, Siglo XXI Ediciones, Buenos Aires, 1989.
  4. Pascal, R., Pensamientos, Alianza ed. Madrid, 2015.
  5. Cf. Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, 11, Buenos Aires, 2011, p. 11.
  6. Cf. Miller, J.-A., Todo el mundo es loco. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2016. Allí puede leerse el profundo recorrido que Lacan hace de su concepto de verdad, desde “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, pasando por momentos claves como su Seminario 17, donde el concepto de verdad y de complejo de Edipo sufren una conmoción, y su Seminario 20. En este último, la afirmación del significante como causa del goce inicia un nuevo recorrido de la experiencia clínica. La verdad pierde su carácter decisivo como orientación de la cura, en beneficio de la idea de que solo puede mentir sobre lo real. Por supuesto, esa “mentira” no es la de la mala fe. La verdad como estructura de ficción se reinterpreta como aquello que solo puede “fallar” en su intento de decir lo real.

En 1956 los sociólogos americanos Leon Festinger, Henry W. Riecken y Stanley Schachter publicaron un apasionante estudio titulado When prophecy fails (Cuando las profecías fallan) en el que volcaron la observación directa de un extraordinario fenómeno de creencia colectiva. Corría el año 1943 cuando la señora Marian Keech (residente en Lake City) experimentó unas extrañas sensaciones en el brazo y comenzó a escribir de manera automática el anuncio (proveniente de seres extraterrestres) de que la Tierra sería destruida. A partir de ese momento se generó un movimiento integrado por un gran número de seguidores que no solo creyeron firmemente en las declaraciones de la señora Keech, sino que no se dieron por vencidos cuando la fecha de la profecía llegó sin que nada sucediese. En lugar de que el incumplimiento de la profecía disolviese la fe de esos creyentes, paradójicamente, contribuyó a reforzarla aún más.

"El creyente individual -escriben los autores- debe tener un soporte social. Es improbable que un creyente aislado pueda soportar el fallo de la predicción. Pero si es miembro de un grupo de personas que se apoyan mutuamente, podemos esperar que la creencia se mantenga y que los creyentes intenten hacer proselitismo o que traten de convencer a los no miembros de que la creencia es correcta”.7 Festinger, L., Riecken, H. y Shachter, S., When prophecy fails, Harper, USA, 1956. Las redes y plataformas sociales proporcionan en la actualidad un espacio multiplicador del apoyo social al que los autores hacen referencia. Con mucho atino, señalan que estaríamos completamente equivocados si considerásemos que quienes comparten esta clase de creencias son sujetos clínicamente locos. En la época en que ese libro fue publicado, el volumen de la literatura fantástica sobre extraterrestres y amenazas milenarias era descomunal en los Estados Unidos, así como el número de seguidores. Internet es ahora una lanzadera que arroja al espacio globalizado incontables contenidos que pueden ser instrumentados con fines políticos, económicos e ideológicos.

“Todo el mundo está en su mundo” es una modulación del aserto de Lacan de que todo el mundo delira, más allá de su condición clínica estricta. No podemos dejar de evocar, además, las observaciones de Lacan sobre el concepto mismo de “mundo”,8 Lacan, J.,"La ciencia y la verdad", Escritos 2, ed. SXXI, México, 1984, p. 834. basado en la obra de Alexandre Koyré.9Koyré, A., Del mundo cerrado al universo infinito, Siglo XXI Ediciones, Buenos Aires, 1989. La cuestión tampoco se le pasó por alto a Pascal,10 Pascal, R., Pensamientos, Alianza ed. Madrid, 2015. para quien existe la locura de todo el mundo aunque también la de cada uno.

Uno de los temas más apasionantes es que podemos verificar, como en el ejemplo de la señora Keech, la forma en que el mundo de cada uno puede, bajo determinadas condiciones, hacer lazo social. Las redes sociales han hecho posible que este fenómeno se multiplique de forma exponencial. Cada uno está en su mundo, pero de pronto puede socializar su locura, y tocar ciertos resortes que convoquen seguidores. Cuál es el carácter de esta identificación que hace posible colectivizar el delirio de un sujeto singular, que comienza a tener cientos de miles, o millones de seguidores, es un objeto de estudio.

Las consecuencias son muy variadas. Los “escuchadores de voces”, sujetos que padecen alucinaciones auditivas, han encontrado un modo de aliviar su sufrimiento y su profunda soledad en foros que se han extendido por todo el mundo. Allí comparten sus experiencias alucinatorias, discuten sobre ellas, y en esa medida logran que el mundo en el que cada uno está encerrado se abra al de muchos otros. El efecto terapéutico se verifica en que estos grupos han proliferado y son plenamente activos desde hace décadas.

Otras locuras singulares que empiezan a replicarse son, por el contrario, signos de alerta. Es asombroso que Rosemary Kessick, una consultora financiera residente en Londres con un hijo autista, haya convertido el fraude del Dr. Andrew Wakefield, publicado en The Lancet, y que atribuía la causa del autismo a la vacuna Triple Vírica, en una causa que veinte años más tarde sigue teniendo millones de seguidores en todo el planeta. La señora Kessick convirtió su drama personal en una cruzada contra la vacunación. El Dr. Wakefield fue condenado y se le retiró su licencia para ejercer como médico, pero la locura no se ha detenido, y de poco sirven los desmentidos de la OMS ante una certeza que consigue conmover el delirio de millones de personas.

Puede resultar extraño que durante la campaña presidencial que condujo a Trump al poder, incontables sujetos hayan creído que Hillary Clinton dirigía redes de pornografía infantil y realizaba rituales satánicos. Pero sin embargo esa “información” logró el objetivo de interferir en el proceso electoral. Aunque su incidencia en el resultado electoral haya sido mínima, lo que importa destacar es que el fenómeno de las fake news no es nuevo en absoluto. Se apoya en el hecho de que la verdad tiene estructura de ficción y que debido a ello no existe ninguna verdad que no sea mentirosa por definición.

“Todo el mundo delira”11 Cf. Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, 11, Buenos Aires, 2011, p. 11. es el máximo cuestionamiento que Lacan alcanzó en su revisión del concepto de verdad.12 Cf. Miller, J.-A., Todo el mundo es loco. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2016. Allí puede leerse el profundo recorrido que Lacan hace de su concepto de verdad, desde “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, pasando por momentos claves como su Seminario 17, donde el concepto de verdad y de complejo de Edipo sufren una conmoción, y su Seminario 20. En este último, la afirmación del significante como causa del goce inicia un nuevo recorrido de la experiencia clínica. La verdad pierde su carácter decisivo como orientación de la cura, en beneficio de la idea de que solo puede mentir sobre lo real. Por supuesto, esa “mentira” no es la de la mala fe. La verdad como estructura de ficción se reinterpreta como aquello que solo puede “fallar” en su intento de decir lo real. Las redes sociales y la tecnología de los bots abordan la realidad con los aparatos del goce para distintos fines. No “moldean” el cerebro humano, como pretenden los apóstoles de las neurociencias, sino que apuntan al corazón de esos “demonios internos” que habitan en cada uno de nosotros. Aunque no han sido necesarias para que el sujeto se defina por su delirio singular, que es transclínico, han hecho posible que la mónada de cada parlêtre se abra al mundo de los otros.

La repercusión de este paradigma actual tiene serios compromisos en el campo de lo político. La lógica del delirio y las formas actuales de algunos discursos políticos poseen semejanzas que no son casuales, sino que obedecen a experimentos cuyo éxito es indiscutible. Eso se manifiesta en síntomas de extrema gravedad, como las matanzas que en los Estados Unidos convierten el delirio en algo que se integra poco a poco en la cultura. Todo el mundo está en su mundo, pero cada vez más hay alguno que se abalanza sobre el mundo de los otros.

 

  1. Festinger, L., Riecken, H. y Shachter, S., When prophecy fails, Harper, USA, 1956.
  2. Lacan, J.,"La ciencia y la verdad", Escritos 2, ed. SXXI, México, 1984, p. 834.
  3. Koyré, A., Del mundo cerrado al universo infinito, Siglo XXI Ediciones, Buenos Aires, 1989.
  4. Pascal, R., Pensamientos, Alianza ed. Madrid, 2015.
  5. Cf. Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, 11, Buenos Aires, 2011, p. 11.
  6. Cf. Miller, J.-A., Todo el mundo es loco. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2016. Allí puede leerse el profundo recorrido que Lacan hace de su concepto de verdad, desde “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, pasando por momentos claves como su Seminario 17, donde el concepto de verdad y de complejo de Edipo sufren una conmoción, y su Seminario 20. En este último, la afirmación del significante como causa del goce inicia un nuevo recorrido de la experiencia clínica. La verdad pierde su carácter decisivo como orientación de la cura, en beneficio de la idea de que solo puede mentir sobre lo real. Por supuesto, esa “mentira” no es la de la mala fe. La verdad como estructura de ficción se reinterpreta como aquello que solo puede “fallar” en su intento de decir lo real.