Comentario sobre “La capacidad para estar solo”, de Donald Winnicott

…llega un momento en el que la aptitud para estar a solas resulta muy importante para el paciente. Desde el punto de vista clínico, ello puede estar representado por una fase o sesión en silencio que lejos de indicar resistencia por parte del paciente, es en realidad un logro, casi diría una proeza. Quizá sea la primera vez que el paciente ha sido capaz de estar a solas. Precisamente es sobre este aspecto de la transferencia, cuando el paciente se encuentra a solas durante la sesión analítica…

Winnicott, D.W., “La capacidad para estar solo”, Los procesos de maduración y el ambiente facilitador: estudios para una teoría del desarrollo emocional, Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 36.

En 1958, el psicoanalista de la “escuela británica” Donald W. Winnicott publicó uno de sus artículos más famosos, “La capacidad para estar solo”.

¿De qué soledad estamos hablando cuando se precisa de un Otro? ¿De qué mundo estamos hablando si todo el mundo está en su propio mundo? En cuanto a la primera cuestión podemos afirmar que se trata de estar a solas, pero no sin Otro, o al menos, con un Otro «confiablemente presente», bien desde el holding winnicottiano, o bien alienados al Otro del lenguaje desde el inconsciente transferencial lacaniano, permitiendo ambas situaciones elaborar nuevos significantes en esa «zona intermedia» que bien puede ser la sesión analítica. En cualquier caso, el sujeto busca un saber suponiendo una intencionalidad inconsciente.

En respuesta a la segunda cuestión, podemos decir que algo ha cambiado desde que Winnicott y Lacan aislaron la capacidad para estar a solas, o la transferencia, como ese lugar donde un Otro sostiene (holding) o interpreta (inconsciente transferencial) desde el amor.

En su última enseñanza, Lacan subvierte el concepto de transferencia, siendo esta ahora subsidiaria del inconsciente real, lo cual supone una desarticulación de la conexión entre S1 y S2 ocupando un lugar primero l’une-bévue, la equivocación.

Y aunque esto pareciera eliminar al Otro, Miller apunta que no es así, “(…) no anula al gran Otro, pero lo desplaza del Uno, desplaza el Otro del Uno y hace por lo tanto surgir una capa de semblantes que envuelven la práctica del analista”1Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 143..

Al preguntarnos de qué mundo estamos hablando si todo el mundo está en su propio mundo, ya no se trataría de un aislamiento compartido bajo el abrigo del querer saber sino más bien de una demanda de satisfacción pulsional. Y si un análisis no lo es sin transferencia, sin amor, el tema está en cómo darle cuerpo a la transferencia, lo que “requiere en cada caso dar lugar al encuentro y a la invención”2Esqué, X., “Actualidad de la transferencia”, Freudiana Nº 72, 2014, p. 88..

 

  • 1
    Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 143.
  • 2
    Esqué, X., “Actualidad de la transferencia”, Freudiana Nº 72, 2014, p. 88.