Nativos digitales, nativos multicolor

En los últimos años, la consulta de la red pública se ha vuelto sorprendentemente colorida. Acuden cientos de adolescentes con variadas vestimentas que recorren las modas del último siglo, peinados esculpidos y pintados de colores estridentes, caras como lienzos de una obra de arte y cuerpos adornados con piercings, tatuajes y uñas de gel. Lo masculino y lo femenino se entrelazan y desdibujan sus límites. El despliegue de semblantes es tan variado y alejado de los límites naturales del cuerpo que te hace sentir en un desfile de disfraces arcoíris.

Esta nueva generación de adolescentes es la primera que ha tenido desde su nacimiento un pequeño ordenador con pantalla táctil en su mano y, por tanto, un acceso al mundo digital desde su más tierna infancia. La construcción de identidades virtuales ha estado a su alcance desde muy temprano. Han podido convertirse en animales, personajes de ficción, cambiar de género y modificar su imagen con miles de filtros fascinantes. Parte de esa plasticidad imaginaria, al llegar a la adolescencia y adueñarse de su cuerpo, se cuela en la realidad material y le confiere sus características coloridas. Ya no se trata de embellecer el cuerpo biológico, sino de inventar un avatar que lo recubra. Así son los adolescentes de hoy: nativos digitales y nativos multicolor.

El acceso a la realidad digital mediante el simple arrastre de un dedo está cambiando en profundidad la consistencia de la experiencia humana. Los movimientos de entrada y salida de un mundo a otro, digital y material, son veloces e intuitivos y no requieren la mediación de comandos complejos, lo que convierte la experiencia adolescente en un entramado de ambas realidades1Baricco, A., The Game, Anagrama, Barcelona, 2019..

Esta mutación fundamental ha modificado, entre otras cosas, la arquitectura de la verdad y del cuerpo y se han creado, por tanto, nuevos cimientos para la sintomatología.

Las verdades de los adolescentes tienen un peso mucho más ligero. Parecen conocer la concepción lacaniana de la verdad en tanto mentirosa. Asumen, enterados del goce que se satisface en su formulación, que lo verdadero se desprende solamente del acto de decir y no se empeñan en atornillarla a los hechos. Tampoco cuentan ya, con el Padre por los suelos, con referentes sólidos que custodien el saber; y las verdades, fluidas, se construyen y destruyen al ritmo de las corrientes colectivas de Internet. O sea, que en esta época los jóvenes viven sin incomodidad la inadecuación de la verdad a la realidad y siguen jugando de veras, pero consintiendo la trampa.

Por otro lado, en relación con la vivencia del cuerpo, parece haberse generado una barrera entre ese cuerpo que se mueve cómodamente en el mundo virtual, el cuerpo simbólico e imaginario y el cuerpo viviente, hábitat del goce pulsional. Los sonidos, movimientos y humores de la carne han quedado enterrados, asordinados, bajo las numerosas capas de sus ingenios identitarios virtuales y materiales. Los significantes y las identificaciones que los representan sujetan con dificultad la sustancia que goza y dejan al cuerpo hablante desarticulado.

Teniendo en cuenta este nuevo contexto, ¿no está servido el aumento de identidades trans? Quizás no estemos ante una moda, ni ante una impostura en pos de un ideal de la época, como afirman algunos, sino ante un cambio de paradigma social y una modificación en la conformación de las identidades sexuales. Hoy los escolares se visten, se peinan y eligen sus juegos sin grandes diferencias según su sexo. Ante el fracaso inevitable en la construcción de una identidad sexual, comienza el juego de las identificaciones con los significantes del Otro, que en la actualidad se han vuelto más versátiles y difusos desde este saber más ligero y desde su alejamiento de lo real del cuerpo. Nos encontramos, entonces, ante una ingeniería identitaria más compleja, en la que el género se ha convertido en un puzle de innumerables piezas significantes encontradas en los conjuntos de lo femenino y lo masculino. El binarismo de la diferencia sexual se ha espectrificado cual arcoíris entre los dos polos de lo masculino y lo femenino y se ha desamarrado del cuerpo viviente. “¿Por qué cuando me ven las tetas me nombran en femenino?” se pregunta enfadado un chico-trans. El goce sexual parece desarrollarse en otro lugar, desconectado de los símbolos y las imágenes que intentan ponerle algún orden. En esta holgura del lazo entre los registros Real, Simbólico e Imaginario la irrupción de la pubertad y el encuentro con lo Real del sexo sacude, con frecuencia hasta el desanudamiento, a muchos sujetos, que tendrán que trabajar muy duro para encontrar en este campo abierto de las significaciones alguna construcción propia, que ajuste nuevamente el nudo.

Ante la falta de reconocimiento del Otro donde los límites del lenguaje no alcanzan para encontrar una salida posible a la disonancia entre la identidad y el cuerpo, los sujetos con inscripciones sexuales disidentes del binarismo, quedan a merced del reconocimiento de los otros, obligados a una imagen que respalde su ser, enfermos de identidad, abandonando sus deseos y relaciones o queriendo “morir para reencarnarse”2Frase textual de un paciente trans..

Por ello, me parece prometedora la llegada de la autodeterminación de género, que habilitará la nueva “Ley Trans”, a pesar de su “imposibilidad conceptual”3Duval, E., Después de lo Trans, La Caja Books, València, 2021.. Hoy en día se ha vuelto fundamental el reconocimiento legal del sexo y del nuevo nombre propio para proteger a las personas de géneros no normativos. La identidad sexual no es un tema de voluntad ni de elección consciente, seguimos siendo elegidos por el Otro, pero es una forma jurídica por defecto de reconocer la identidad de un sujeto, aquella que declara como propia y que ha sido efecto de un encuentro. En este momento el reconocimiento legal tiene un efecto protésico (reparador) ahí donde el Otro ha claudicado y probablemente preventivo de intervenciones en lo Real.

Otro motivo para dar la bienvenida a la “Ley Trans” es que la autodeterminación pone un punto final a la tutorización sanitaria de la decisión de cambio de sexo. No existe un saber que certifique géneros. En el caso de los menores, dejar la autorización en manos de los padres tiene al menos, en la mayoría de las ocasiones, la protección del amor. Además, en definitiva, aceptar que la identidad sexual no es otra que la que el sujeto afirma, es asumir, no solo para la galería o para el diván, que la identidad sexual no es otra que la declarada y que eso tiene consecuencias en la legislación de derechos y obligaciones.

Y en cuanto a qué lugar nos queda a los psicoanalistas, quizás no sea cuestión de “salir de la jaula de la diferencia sexual”, como nos conmina a hacer Preciado4Preciado, P.B., Yo soy el Monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas. Anagrama, Barcelona, 2020., pero sí soltar algunas amarras para consentir el nuevo paradigma y dedicarnos a escuchar al sujeto del inconsciente en sus construcciones atrevidas.

 

  • 1
    Baricco, A., The Game, Anagrama, Barcelona, 2019.
  • 2
    Frase textual de un paciente trans.
  • 3
    Duval, E., Después de lo Trans, La Caja Books, València, 2021.
  • 4
    Preciado, P.B., Yo soy el Monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas. Anagrama, Barcelona, 2020.