El arte: bendición, privilegio y alivio. Louise Bourgeois

En arte la obra es en sí misma, como Louise Bourgeois afirma, lo único que puede decirnos algo del impulso primigenio que la concibió y realizó. El artista hace lo que puede, no lo que quiere. Por eso, nuestra referencia para hablar de arte son generalmente las obras que admiramos o nos interesan. Pero además, algunos artistas, como Bourgeois, han hablado y escrito sobre su tarea artística. Tomaré para este comentario esas palabras que nos hablan de su proceso creativo, sus motivaciones y el modo en que interpreta su obra.

Louise afirma que Freud y Lacan no hicieron nada válido por el artista, y que no puede beneficiarse de ninguno de ellos y, sin embargo, sus elaboraciones están totalmente impregnadas de conceptos e ideas psicoanalíticas.

Se reconoce como una solitaria empedernida, y nos cuenta que en un comienzo sólo plasmaba en sus obras personajes aislados sin relación con el mundo exterior. Pero según avanzaba su obra, comenzaron a aparecer en ella ventanas diminutas que dieron paso, posteriormente, a un interés por la relación entre dos personajes, y de ahí pasó a concebir su obra como grupos de objetos que se relacionan entre sí. Bourgeois nos cuenta que aunque cada figura está sola es capaz de agruparse de muchas maneras: «es el drama de uno solo entre muchos»1Bourgeois, L. 2001, Deconstrucción del padre/ construcción del padre, Editorial Síntesis, Madrid, 2002, p. 14. Cree que su obra surge de «el duelo que se establece entre el individuo y el grupo que comparte esa misma conciencia»2Ibid..

Considero que el tratamiento que la artista realiza sobre las relaciones entre el uno y los otros enlaza con el título de las Jornadas «Todo el mundo está en su mundo», ya que podemos entenderlo como una interrogación sobre la posibilidad de salir de «su mundo», y crear ventanas que permitan algún tipo de relación con el otro.

Para Bourgeois su arte es también un modo de hacer algo con el pasado: «cada día has de abandonar tu pasado o aceptarlo. Si no lo puedes aceptar, te conviertes en escultor»3Ibid., p. 70. Louise nos cuenta que piensa a través de imágenes que provienen de lo que llama «un fracaso anterior», de lo que para ella son fallas, lo que no va bien. Cuestiones que aborda a través de su obra. Por eso, considera el arte como tratamiento de la vida. Afirma que todos sus temas se han inspirado en su infancia.

Nos cuenta también que la escultura le otorga un ser y un cuerpo: «soy mi obra»4Ibid., p. 100; «la escultura es mi cuerpo. Mi cuerpo es mi escultura»5Ibid., p. 129. Su obra le hace sentir poderosa, su ser de artista es la otra cara de una mujer que en la vida real se siente «como el ratón que se esconde tras el radiador»6Ibid., p. 128.

El arte es, además, un tratamiento del dolor, especialmente su trabajo con las celdas que son un modo de dar forma y significado a la frustración y el dolor. Sabe que con su obra no lo suprime, que los dolores están ahí para quedarse, pero es su modo de mirarlos y hablar de ellos7Notas del catálogo del Carnegie International, Carnegie Museum of Art, Pittsburg, 1991, p. 60. En Louise Bourgeois, de Patricia Mayayo, 1982, Hondarribia, Editorial Nerea..

Si nos atenemos a sus textos, hay otro elemento importante que se añade a las diversas funciones que para ella tiene su obra. Exponerla, mostrarla, que sería otro modo de relación del uno y los otros, tiene una función importante. Lo muestra cuando afirma: «La finalidad de The Destruction of de Father era exorcizar el miedo. Después de que la obra se expusiera -ahí está- me sentí una persona distinta»8Bourgeois, L., Deconstrucción del padre/construcción del padre, op.cit., p. 84. Esta obra que surgió de la realización de una fantasía de matar y devorar al padre al que temía en la infancia, produce una transformación subjetiva cuando es expuesta.

El arte es para Bourgeois privilegio, bendición, alivio y cordura. El privilegio mayor es, como ella afirma, poder, a través de él, acceder al inconsciente. Cree que no hay muchas personas capaces de sublimar porque la mayoría no tienen acceso a su propio inconsciente. Lo considera un don que responde a la negación del sexo, una especie de intercambio de un goce por otro: «Hay algo muy especial en ser capaz de sublimar el inconsciente, y algo muy doloroso en acceder a ello. Y además, no hay escapatoria, no hay forma de escapar de ese acceso una vez que se te ha concedido»9Ibid., p. 92.

Es un modo muy freudiano de explicar su perspectiva respecto al origen de su obra y su ser de artista. Pero si nos aproximamos a una lectura más lacaniana, podemos afirmar que ella sabe hacer con su síntoma. La escultura le permite elaborar el pasado, le otorga un ser, un cuerpo y le sirve como tratamiento de las relaciones del uno y el otro. Aunque ella sea freudiana (sin saberlo o sin quererlo) y busque dar sentido a su obra, podemos entender su arte como solución sintomática. Una obra que no nos deja indiferentes, nos alcanza, nos incomoda, nos interroga.

Imagen: Louise Bourgeois con algunos elementos de su obra The Destruction of the Father (1974). Fotografía de Blaine Waller.

 

  • 1
    Bourgeois, L. 2001, Deconstrucción del padre/ construcción del padre, Editorial Síntesis, Madrid, 2002, p. 14
  • 2
    Ibid.
  • 3
    Ibid., p. 70
  • 4
    Ibid., p. 100
  • 5
    Ibid., p. 129
  • 6
    Ibid., p. 128
  • 7
    Notas del catálogo del Carnegie International, Carnegie Museum of Art, Pittsburg, 1991, p. 60. En Louise Bourgeois, de Patricia Mayayo, 1982, Hondarribia, Editorial Nerea.
  • 8
    Bourgeois, L., Deconstrucción del padre/construcción del padre, op.cit., p. 84
  • 9
    Ibid., p. 92