Creación sonora y réson: ¿un puente entre dos mundos?

The murder of crows es una instalación sonora de la pareja de artistas canadienses Janet Cardiff (1957) y George Bures Miller (1960), presentada por primera vez en la Bienal de Sidney en 2008, y en la que tenemos la oportunidad de sumergirnos en la Nave 0 de Matadero hasta el 25 de julio de 2022.

Esta pareja de artistas son conocidos por sus instalaciones multimedia en las que a través del sonido en combinación con elementos visuales crean envolventes atmósferas que transportan a los visitantes a un mundo en el que las significaciones comunes son sutilmente trastocadas.

En The murder of crows los artistas se inspiran en el aguafuerte de Francisco de Goya El sueño de la razón produce monstruos (1799) para crear una pieza sonora de 30 minutos de duración que se escucha en bucle. Nos adentramos en un espacio cerrado, oscuro; más oscuro y más cerrado aún por los muros y los pilares tiznados por el humo, marca de un pasado incendio que sufrió la nave en la que antaño se sacrificaba a los animales. En el centro, un megáfono en forma de cuerno replica al durmiente de la obra de Goya y emite la voz de Janet Cardiff relatando tres pesadillas que bien podrían ser las que el durmiente está teniendo. Al megáfono-soñante le rodean, a modo de lechuzas y murciélagos, altavoces y sillas distribuidos por el espacio. A lo largo de la pieza los altavoces van emitiendo aquí y allá los sonidos en los que el relato de las pesadillas se va transformando. Las sillas esperan a aquellos que quieran sumirse en este mundo sonoro.

El relato de los sueños y los sonidos que acompañan resultan extrañamente familiares, hay algo convencional en ellos, apelan al sujeto, le demandan que los deje resonar en su interior.

En la práctica analítica es habitual trabajar a partir del relato de los sueños. El analizante hace el esfuerzo de transformar en significantes la experiencia del sueño y el analista propicia que trabaje con estos significantes para que algo resuene en él, algo que haga posible delimitar lo real parásito del goce (jouissance) que anida en el sueño al poder oír allí un sentido (j’ouïs-sens)1Lacan, J., El Seminario, libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 70.

Lacan toma el neologismo réson que anuda la razón (raison) a la resonancia (résonance) del poeta francés Francis Ponge. La razón tiene que ver con aquello que resuena en el sujeto y así se preguntará: “¿Acaso lo que resuena es el origen de la res con la que se hace la realidad?”2Lacan, J., Hablo a las paredes, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 103.. Hay un resonar del sentido semántico, pero también hay un resonar del cuerpo ante el objeto sonoro que le hace vibrar. Y entre ambos hacen que alrededor del indecible que es el origen de la res se constituya un mundo propio que es la realidad de cada cual.

En la operación artística, el artista tiene la capacidad de crear mundos que logran resonar en los mundos de otros. En este caso, Cardiff y Bures Miller, con su creación, llevan a una dimensión distinta a la psicoanalítica la capacidad evocadora de los sueños, productora de efectos en el sujeto.

Para empezar van un paso más allá en lo que se refiere a la elaboración de la experiencia del sueño. No solo crean un relato traduciéndolo en significantes, sino que además lo transforman en sonidos, a  partir de lo aludido por estos significantes. Se separan así un paso más del sentido común al que la resonancia semántica suele apelar automáticamente, dejando que el cuerpo del sujeto vibre con el eco sonoro en su cuerpo. Pero no se separan tanto, ya que recurren a sonidos que podríamos llamar figurativos (en contraposición a abstractos), sonidos que mantienen su capacidad de evocación, su capacidad de anudarse a representaciones imaginarias de vivencias íntimas del sujeto, gracias a su réson. El sonido de máquinas, el agua que corre, las pisadas, el ladrido de un perro, la música clásica, los himnos militares, cuervos graznando, el viento, las olas o la dulce canción con la que Janet Cardiff nos invita al terminar la pieza a cerrar los ojos y a dormir son elementos sonoros lo suficientemente comunes para enlazar con las vivencias de muchos. Pero a la vez, su tratamiento fragmentario, arrancado de cualquier cadena de sentido, fuera de orden, hace que el sujeto que escucha se vea empujado a llenar con su propio material aquello a lo que los sonidos apelan.

Y es aquí donde se produce una experiencia inédita, el sujeto se ve transportado al encuentro con la singularidad de las marcas de unos recuerdos sonoros grabados en su cuerpo, en los que se reconoce más allá del lenguaje, en lo innombrable. Se ve trasladado a la intensidad subjetiva del futuro anterior: “lo que yo habré sido para lo que estoy llegando a ser”3Lacan, J., “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, Siglo XXI editores, México, 2003, p. 288.. Y concluye entonces que el mundo sonoro creado por los artistas ha sido puente necesario para reencontrarse con lo más propio e indecible de su ser.

Se puede escuchar The murder of crows aquí.

 

  • 1
    Lacan, J., El Seminario, libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 70
  • 2
    Lacan, J., Hablo a las paredes, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 103.
  • 3
    Lacan, J., “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, Siglo XXI editores, México, 2003, p. 288.