El imposible mundo común

Raymond Roussel escribió algunos de sus textos en una roulotte negra con las persianas bajadas; una roulotte con la que se dedicó a dar vueltas por el mundo, seguramente sólo por su mundo.

Enrique Vila-Matas, Perder teorías.

Se puede decir que eso es lo común: que es imposible esperar un mundo común.

Cada quien duerme ese sueño que constituye su encierro, el de esa la singularidad de su síntoma, de su particular modo de gozar y darle sentido a su existir, y a los objetos de que se rodea. Este imposible mundo común es definido por Jacques-Alain Miller como “en aquello que su síntoma fomenta”, pese a lo cual, muy esperanzadoramente advierte que “con esto nos las arreglamos como podemos para entendernos e intentamos caminar juntos”1Miller, Jacques-Alain, “Cada uno en su mundo” en Todo el mundo es loco, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 342..

En ese arreglárnoslas, desde el punto de vista del psicoanalista que lee un texto en cada sesión, escrito sin saber muy bien cómo y porqué por el propio analizante con quien camina el paseo del análisis. Ese viaje que emprenden ambos, teniendo en común la mutua ignorancia de los mojones, las curvas, los momentos de parada, del agotamiento, de los impulsos renovados, y tampoco, de final, de conclusión, de llegada.

Escritor y lector, analizante y psicoanalista puestos a buscar un apaño, un arreglo para aceptar un buen día el imposible mundo común, conducen a la pregunta por las razones de la escritura. Dicho de otro modo, qué empuja a escribir como solución singular, como arreglo para hacer más soportable las inclemencias del síntoma y sus idas y venidas. Además, los analizantes, algunos, escriben, dan cuenta de los cortes de sesión, llevan un diario de su experiencia, e incluso algunos han escrito libros para reflejar su experiencia una vez finalizada. De entre todos, me ha parecido más esclarecedor, el de un analizante de Lacan, Pierre Rey2Rey, Pierre, Una temporada con Lacan, Ed. Seix Barral, 1990..

Pero a su vez muchos sujetos que visitan al psicoanalista son muy aficionados al recurso de la escritura, a encontrar en la escritura su tabla de salvación, su lenitivo, su atmósfera. Cuenta Marguerite Duras, que en una ocasión Jacques Lacan le dijo: “No debe de saber que ha escrito lo que ha escrito. Porque se perdería. Y significaría la catástrofe”. Se refería a Lol V. Stein, “nadie puede conocer a L.V.S, ni usted ni yo”3Duras, Marguerite, Escribir, Tusquets editores, 1964, p. 22.. Para Duras “escribir era lo único que me separaba de la locura”.

Históricamente, por ejemplo, Amiel, el primer diarista, veía en su Diario una manera de resistir al mundo hostil, pero era su auténtico partenaire de goce: “hace las veces de amigo y de esposa, de producción, de patria y de público”; María Zambrano describía la escritura como la herramienta para defender la soledad en que se está; a Henry Thoreau la escritura le permitía estar atento a los humores de la mente; a Borges satisfacer un anhelo de su padre, ser escritor; a Chaves Nogales escribir le permitió librarse de “la congoja de la expatriación”; Kafka se refugió en la escritura tanto que desistió de casarse dado que creyó “amenazado mi trabajo de escritor por el matrimonio”; para Shakespeare, la muerte de su hijo Hamnet le pudo proporcionar el motivo para escribir Hamlet, tal y como Miguel Delibes hizo lo propio para elaborar el duelo por la muerte de su esposa, escribir Señora de rojo sobre fondo gris; Joyce, merced a la escritura, logró “hacerse un nombre”, y Robert Walser empequeñecer su letra como modo de tratamiento de su locura, para seguir escribiendo desde el manicomio, entre paseo y paseo, mientras que Sylvia Plath no logró no quedarse al margen en su vida pese a la excelsa escritura.

Finalmente, no olvidar lo que nos enseñó Freud: “el escritor nos permite gozar…de nuestras propias fantasías… sin remordimiento ni vergüenza”.

De los escritores coetáneos, Vila-Matas ve en la escritura un modo de fijar la memoria de los fragmentos de lo vivido; Paul Auster escribe “para sobrevivir”, pues cree que quizá se escriba “para curarnos” tal y como el psiquiatra Colina sentencia así el valor del escribir para el melancólico: “las letras calman el sufrimiento y sustituyen el deseo”, opinando que “escribir es morir fallecido de eternidad”, acercándose a un  Claudio Magris determinante, “hay dos dolencias mortales, escritura y vida”.

La creencia en ese mundo común (imposible) empuja a escribir esperando comprensión. Vila-Matas: “cuando un escritor se encierra a trabajar en soledad está poniendo consciente o inconscientemente una gran fe en la humanidad, porque él cree que todos los seres humanos se parecen”4Vila-Matas, Enrique, Perder teorías, Seix Barral, 2010..

Este parecido, este mundo común es un espejismo, una bella nana. El actor Rowan Atkinson (el protagonista del personaje cómico Mr. Bean) ha narrado cómo alguien le aseguró que se parecía mucho al actor que hizo de Mr. Bean en la ficción, a lo que le pudo aclarar que si se parecía tanto era porque era él mismo, ante la incredulidad de ese fan, que por supuesto no le creyó en absoluto y sostuvo en la conversación con férrea obstinación su creencia de que no era el auténtico sino alguien muy parecido. Esto nos evoca ese diálogo de Groucho Marx:

—¡Usted se parece a Emmanuelle Ravelli!
—Yo soy Emmanuelle Ravelli.
—Bien, entonces es normal que se le parezca.

Al recopilar mis columnas periodísticas en un libro, lo titulé Mejor no comprender, influenciado por la decisiva enseñanza de Jacques-Alain Miller ante ese espejismo del parecido, del mundo común, de la comprensión: “En la práctica, cuando entendemos lo que el paciente dice, nos vemos capturados por su delirio, por su forma de dar sentido. Nuestro trabajo, en calidad de clínico, no es comprender lo que dice. De tal forma que no se participa en su delirio. Nuestro trabajo es captar su forma particular, insólita, de dar sentido a las cosas, de dar sentido a la repetición en su vida”5Miller, Jacques-Alain, “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”, Freudiana, 58, 2010..

 

  • 1
    Miller, Jacques-Alain, “Cada uno en su mundo” en Todo el mundo es loco, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 342.
  • 2
    Rey, Pierre, Una temporada con Lacan, Ed. Seix Barral, 1990.
  • 3
    Duras, Marguerite, Escribir, Tusquets editores, 1964, p. 22.
  • 4
    Vila-Matas, Enrique, Perder teorías, Seix Barral, 2010.
  • 5
    Miller, Jacques-Alain, “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”, Freudiana, 58, 2010.