La piedra de la locura

La lectura de La piedra de la locura de Benjamín Labatut provocó esta «pieza suelta». (El libro está publicado en Nuevos Cuadernos Anagrama, 2021).

El cuadro se exhibe en la sala dedicada a Hieronymus Bosch, el Bosco, en el Museo del Prado. Resulta un tanto desapercibido al lado de las otras obras del genial artista, en especial de El Jardín de las delicias, que atrapa la atención de los numerosos visitantes de la popular sala.

El pequeño óleo lleva por nombre La extracción de la piedra de la locura, conocido también por La cura de la locura.

Ha sido fechado por los técnicos al fin del siglo XV (1475-80) aunque los hay también que lo sitúan en los primeros años del XVI. Por lo tanto pertenece a la transición bajo medieval que marca el advenimiento del mundo moderno. Y este cuadro se destaca por marcar el inicio de un camino que prosiguieron otros -fundamentalmente en la pintura flamenca- con importantes obras con el mismo tema.

Basta con observar, por ejemplo, el óleo de Pieter Brueghel El Viejo La escisión de la piedra de la locura o el de Jan Havicksz Steen Cutting the stone.

Pero no es preciso recorrer otros museos para encontrarlos. En El Prado, en otra sala colindante, destaca la obra de Jan Sanders van Hemessen titulado El cirujano. En la parte superior figuran las piedras extraídas de otras operaciones a manera de «títulos» que acreditan al especialista.

El cuadro del Bosco pinta una antigua experiencia, y es además la crítica de una vieja superstición; la idea de que la demencia y la idiotez -considerados pecados- eran causadas por una pequeña piedra alojada en la cabeza. De allí la práctica que ilustra el cuadro; la trepanación que realiza el experto que se aprovecha de un incauto para su estafa. El artista aborda de manera burlesca  el supuesto saber del cirujano que resulta tanto o más ignorante que el pobre tipo al que opera. El embudo invertido sobre la cabeza lo simboliza. Y los cómplices de la operación son un fraile y una monja que lleva un libro cerrado sobre la cabeza.

Es interesante la forma redondeada que sugiere una especie de espejo a través del cual se observa la escena. Está enmarcada con lazos y con una inscripción en letras góticas. En la parte superior Meester snijt die keye ras (Maestro, quítame pronto esta piedra), y en la parte inferior, Myne name is lubbert das (Mi nombre es Lubbert Das). En flamenco, Lubbert es un nombre un tanto despectivo puesto que equivale a «bobo». Esta combinación de imagen y escritura de palabra ha sido merecidamente destacada.

Michel Foucault se ha referido a este cuadro en su Historia de la locura en la época clásica 1Foucault M., La historia de la locura en la época clásica, F.C.E., Bogotá, 1998, p. 22.. Leemos «no olvidemos al famoso médico del Bosco, más loco aún que aquel a quien pretende curar: toda su falsa ciencia no ha hecho apenas otra cosa que acumular sobre él las peores manías de una locura que todos pueden ver, salvo él mismo».

Pero es sobre otro óleo del Bosco que Foucault centra toda la primera parte de su libro. La titula en latín Stultifera Navis refiriéndose al alemán Das Narrenschiff, «La nave de los locos» o (…) «de los necios».

Es el mismo título del cuadro del Bosco y de la importante publicación de Sebastian Brant de 1494. Efectivamente, convergen el arte pictórico y la descripción de esa humanidad perdida por sus pecados y vicios. Si bien se vuelve a recuperar un tema de la mitología, el viaje simbólico de diferentes tipos sociales, es cierto que existieron estos navíos para embarcar y expulsar a los locos errantes.

Foucault despliega el trayecto en el que posteriormente se atenúan las imágenes de la experiencia de la locura del mundo y aparece «el cortejo de la razón». Finalmente la barca atraca y en el hospital «el ‘encierro’ ya ha desplazado al ‘embarco’»2Cf. Ibid., p. 33..

Jacques Lacan se refirió al Bosco en dos de sus Escritos que pertenecen al capítulo «De nuestros antecedentes». Es así que la primera cita aparece en «El estadio del espejo…»3Lacan J., «El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica», Escritos 1, Siglo XXI, México, 1989, p. 90.. Es precisamente en relación a las imágenes fragmentadas del cuerpo y «(…) bajo la forma de miembros desunidos y de esos órganos figurados en exoscopia, que adquieren alas y armas para las persecuciones intestinas, los cuales fijó para siempre la pintura del visionario Jerónimo Bosco (…) Pero esa forma se muestra tangible en el plano orgánico mismo, en las líneas de fragilización que definen la anatomía fantasiosa, manifiesta en los síntomas de escisión esquizoide o de espasmo, en la histeria».

Es en el escrito siguiente, «La agresividad en psicoanálisis»4Lacan J., «La agresividad en psicoanálisis», Escritos 1, Siglo XXI, México, 1989, p. 98. donde Lacan explicita su observación sobre el tríptico del Bosco, El jardín de las delicias.

Reconocemos en el tercer panel, el que corresponde al infierno, «(…) todas esas imágenes  agresivas  que atormentan a los hombres. La prevalencia entre ellas, descubierta por el análisis de las imágenes de una autoscopia primitiva de los órganos orales y de derivados de la cloaca ha engendrado aquí las formas de los demonios». Y a continuación, en el mismo párrafo que leemos, comprobamos que la observación gira al panel central. «(…) y hasta la estructura narcisista puede evocarse en esas esferas de vidrio en las que están cautivos los copartícipes agotados del jardín de las delicias».

En este recorrido de imágenes de la locura en el Bosco, partimos de observar la escena de la extracción de la piedra incrustada en el cerebro. La dura y opaca piedra se transforma finalmente en una esfera con su envoltura de cristal. Es una imagen de -¿por qué no decirlo?- «cada uno está en su mundo». Y vemos que ese uno no está solo. Un psicoanálisis le ofrece la posibilidad de averiguar con qué objetos se hace acompañar.

 

  • 1
    Foucault M., La historia de la locura en la época clásica, F.C.E., Bogotá, 1998, p. 22.
  • 2
    Cf. Ibid., p. 33.
  • 3
    Lacan J., «El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica», Escritos 1, Siglo XXI, México, 1989, p. 90.
  • 4
    Lacan J., «La agresividad en psicoanálisis», Escritos 1, Siglo XXI, México, 1989, p. 98.