Entrevista a William Graves, autor del libro Bajo la sombra del olivo. La Mallorca de Robert Graves

En primer lugar, quisiera agradecer a William Graves el tiempo que nos dedica a esta entrevista, sobre todo después de haberse organizado y celebrado en Palma de Mallorca el XV Congreso Internacional Robert Graves1Palma de Mallorca, 12 a 116 de julio de 2022, organizado por la Fundación Robert Graves y la Robert Graves Society. un evento que ha girado en torno a las cartas de su padre, escritas fundamentalmente en Mallorca.

En esta ocasión queremos entrevistarlo en torno a su libro autobiográfico, publicado en 1997, Bajo la sombra del olivo. La Mallorca de Robert Graves2Graves, William. Wild Olives: Life in Majorca with Robert Graves. 1997, 2000, 3ra ed., Torre de Viento, Palma de Mallorca., que es un buen testimonio del trabajo que el autor hace a partir de ser nombrado albacea de su padre, Robert Graves, uno de los escritores más importantes del siglo XX de lengua inglesa.

Hay que decir que es bastante difícil entrevistar al autor de una autobiografía, siendo el entrevistado el autor mismo y el entrevistador un psicoanalista. Por eso hay que repetir, una vez más, que el psicoanálisis orientado por la enseñanza de Lacan no tiene como objetivo analizar al artista sino más bien dejarse enseñar por su obra, por su arte, por su artificio. Además, en esta sección en la que se enmarca esta pequeña entrevista, se nos ha convocado como «psicoanalistas ciudadanos», a «salir al encuentro del pulso creativo de la ciudad».  Se me ocurrió entonces, a partir de la lectura de este libro, y orientada por el eje de trabajo que nos convoca en nuestras próximas Jornadas: Todo el mundo está en su mundo. Clínica de las invenciones singulares, entrevistar a William Graves, hijo y albacea literario de Robert Graves.

Nació en Devon, Inglaterra, el 21 de julio de 1940, y ha tenido varios lugares de residencia, pero si había un lugar al que había que volver, ese era Deià, en la isla de Mallorca, sa roqueta, esa entrañable roca en el medio del Mediterráneo, como la describe William Graves en este libro.

El autor testimonia aquí no solo sobre el mundo de su padre, sino de cómo se transformó su propio mundo a partir de ser nombrado su albacea.

En este precioso texto autobiográfico, pleno de anécdotas y fotografías que dispara el estilo de escritura de William, se va delineando de manera moebiana su mundo y el de su padre, efecto, como el autor mismo lee, de su nombramiento como albacea, recibiendo la noticia por testamento el mismo día del fallecimiento de su padre, en 1985.

“Albacea” es una figura jurídica a la que atañen varias funciones burocráticas, pero para William eso no fue lo más complicado. Si bien la sorpresa de esa nominación también estaba atravesada por la distancia que había existido entre ellos años antes de que su padre cayera en una enfermedad que lo dejara «fuera de los guarismos del tiempo» (Borges dixit3Conversaciones con Robert Graves. Con los pies en el aire. University Press of Mississippi. Ed. Confluencias, Salamanca, 2015), ser nombrado albacea implicaba de facto, ser también su albacea literario. Eso fue para él «un shock».

Es allí donde William comienza un trabajo que podría llamar de alfarería, si tomamos las palabras del mismo autor en su prólogo. «Producir este manuscrito ha sido como esculpir en bloque de arcilla. Comencé con una masa, un relato cronológico de todo cuanto recordaba, y después lo fui moldeando, poco a poco, hasta darle forma, eliminando trozos, volviendo a colocar pedacitos y rellenando allí donde era necesario».

Estudió biografías y libros dedicados a la obra de su padre, todos los epistolarios publicados y las mismas cartas que le había escrito a él mismo, que leía con fascinación y que conservaba. En ese trabajo nació en el autor «un creciente interés, y me hallé intentando desentrañar nuestra relación personal, que había comenzado de una manera tan maravillosa y había terminado de una forma tan poco satisfactoria»4Graves, William. Wild Olives: Life in Majorca with Robert Graves. 1997, 2000, 3ra ed., Torre de Viento, Palma de Mallorca..

Leyó por primera vez sus poemas de guerra -episodio que, para William, en su infancia, se reducía a un «puñado de medallas roñosas». Advirtió que entre sus recuerdos «se hallaban claves valiosas, quizás poco evidentes para mí, pero que un día podrían ayudar a comprender la última etapa de la singular vida de mi padre. Lentamente evolucionó la idea de este libro que por una parte me ha servido de catarsis personal, y por otra, es un testimonio para aquellos que estén interesados en conocer el medio en el que mi padre vivía y trabajaba» (…) «Escribir estas memorias e intentar hacerlas legibles me ha hecho aprender la brillantez del oficio de mi padre» (…) y «me ha hecho entender que lo más importante de mi tarea de albacea es seguramente que tanto su prosa como su poesía sean leídas y disfrutadas por las generaciones venideras»5Graves, William. Wild Olives: Life in Majorca with Robert Graves. 1997, 2000, 3ra ed., Torre de Viento, Palma de Mallorca..

P.: ¿Podría detenerse un poco en esa especie de necesidad de separar esos dos mundos en los que se encontraba dividido?

R.: Primero quiero decir que mi padre se interesó mucho en Freud y toda la parte del traumatismo relacionado a la guerra, a la Primera Guerra Mundial, en la que él estuvo. Recién herido, en un triaje había sido dado por muerto; tenía una herida muy grave que le atravesaba el pulmón y el coronel ya le había escrito a su madre para comunicarle su muerte. Al día siguiente se dieron cuenta de que estaba vivo. Todo eso le despierta inquietudes, porque eso fue un segundo nacimiento para él. Cuando fue a Oxford escribió varios libros considerando a Freud y sus ideas, por ejemplo el libro sobre el sentido de los sueños que es una referencia muy importante.

Luego querría decir que además de una autobiografía es una biografía del pueblo de Deià. Yo quería que quedara reflejado el pueblo en el que yo vivía desde muy pequeño, mi mundo, y el de mi padre. Mi mundo en el pueblo, en mi infancia, y el mundo fuera del pueblo y en otra época.

En 1985, el año en que muere mi padre y de mi nombramiento como albacea, ya todo había cambiado: era todo muy diferente, había habido una cultura muy fuerte de drogas por ejemplo… pero mi pueblo era el pueblo del pagès6Campesino de las Illes Balears y Catalunya, del señor que pasaba cantando en un carro tirado por una mula. Ese era mi pueblo, y esto es parte del cambio que he tenido que hacer en mi mundo: de criarme en un pueblo así, a irme a estudiar a un colegio británico en Inglaterra. Yo ahora puedo ser dos personas: el pagès del pueblo y puedo estar hablando en el Palacio de Windsor. Es que, para mí, la gente depende de dónde viene; y yo he venido de muchos sitios.

P.: ¿Qué efecto tuvo en usted ese trabajo de alfarería a partir de ser nombrado albacea?

R.: Primero, literalmente ¡tuve que aprender a escribir! Lo único que había escrito eran informes geológicos. Escribir un libro es diferente; de hecho, de lo que yo iba escribiendo, los mismos que lo iban leyendo, lo publicaron. Ese trabajo fue poco a poco, fui moldeando la cosa, por eso hablo de esculpir, coger todo lo que quería decir y escribirlo capítulo por capítulo; no era un collar de perlas, había que montarlo como un ente.

Al momento de la muerte de mi padre, hacía ya hacía 10 años que no era él, estaba completamente senil, había estas cosas con las musas, en fin, pasaron cosas [que están escritas en el libro] que hicieron que yo ya no me relacionara con él.

Ese trabajo a partir de su muerte implicó que yo empezara a recuperarle a él, más como autor que como padre. Lo respetaba cada vez más y más por lo que había escrito; y yo de su vida sabía más seguramente de lo que él mismo recordaba. Porque he estudiado y leído las cartas: tengo por lo menos 10.000 cartas suyas localizadas. Poco a poco las estoy transcribiendo y estoy reviviendo su vida a través de sus cartas; que no es una biografía, ¡son sus cartas! Es muy diferente, porque en la biografía la gente habla con otra gente que lo ha conocido, se entera de cosas por algunas cartas, etc.

Lo que yo hago es coger las cartas y conociendo el hilo de su vida, las puedo catalogar muy bien en relación conmigo mismo también. Por ejemplo, el momento de mi nacimiento, cómo era yo de niño, anécdotas como la que fuimos a ver a Agatha Christie, y estando ella justo al lado de nosotros, yo me portaba muy mal, tiraba pasteles y mi padre los cogía como si fueran pelotas de cricket. En fin, todo esto está en las cartas de mi padre, y yo tengo una visión suya que ya no es para mí un padre sino una figura que casi controlo. No es que lo controle, pero son 35 años de albacea, conozco como vivía, cómo respiraba, cómo el mismo sujeto respondía cartas a diferentes personas diciendo cosas distintas sobre un mismo acontecimiento, por ejemplo. Es todo fascinante.

Y lo más interesante es que yo soy geólogo, no soy escritor, así que también me tuve que reinventar.

Fue algo gradual el ir dándose cuenta de cómo funcionaba toda esta cuestión de ser albacea, primero la cuestión legal, los arreglos con todos mis hermanos por tema de copyrights, etc. Había ya montado mi propia compañía y sabía un poco cómo iba, conocía abogados que me asesoraban, etc.

Pero por otro lado estaba la parte más compleja: por ejemplo, su poesía de guerra, que no estaba publicada. Lo primero que hice entonces fue publicarla. Él no lo quería hacer porque ya no se reconocía en su poesía de guerra, pero él seguía siendo un poeta de guerra. Incluso un mes antes de morir pusieron la placa junto a los otros 14 poetas de guerra en la Abadía de Westminster. Robert Graves tenía que estar ahí, se tenía que estudiar junto con los demás poetas de guerra como por ejemplo Sasson y Owen.

También es muy interesante para Mallorca porque en total vivió durante 50 años aquí y su comunicación era por carta. Entonces lo que pasaba en Mallorca estaba reflejado en sus cartas; saber qué hay en esas cartas, quiénes venían a verle a la isla. Recuerdo que la primera vez que me di cuenta de que mi padre era un poco especial fue cuando vino Ralph Vaughan Williams, el compositor británico; ambos habían estado en el mismo colegio en Inglaterra. Recuerdo que comimos en Sagrera, frente a la Lonja, y de repente lo único que me fascinaba es que tenía un audiófono que era un trasto que pesaba casi 2 kg, lo tenía en la mesa, y los dos empezaron a cantar la canción del colegio al que habían ido juntos, Chesterhouse. Todas estas cosas, esas escenas, se van añadiendo a mi propia vida. He encontrado manuscritos que este mismo compositor había escrito a partir de poemas de mi padre.

P.: ¿Qué relación tenía usted con el mundo de su padre antes de su nacimiento mismo, período que podemos situar como la primera época de Robert Graves en Deià, desde 1929 a 1936?

R.: Ese era un mundillo impresionante. Laura Riding, con quien mi padre vino primero a Mallorca, era tan inteligente como inestable. Se conoce aquel episodio de ménage à quatre que protagonizó con mi padre, su primera mujer, y otro poeta que huía de ella, literalmente; al no volver, ella se encerró seis horas en el baño y luego se arrojó por la ventana. Era inestable psicológicamente, pero tenía una mente brillante.  Ella puede rechazar haber sido su musa, pero una cosa es que rechaces ser la musa de un hombre, y otra que para él lo seas. Lo cierto es que trabajaban muy bien juntos: se leían los escritos el uno al otro, y sobre papel trabajaban muy bien, se entendían perfectamente. He leído cartas de mi padre del año 1943-44 en las que claramente dice que Laura era excepcional. Él estaba enamorado obviamente de lo que había dentro de ella, no de la persona.

P.: ¿Podría ampliar sobre ese «choque cultural», discursivo, que sufrió cuando se fue a estudiar a Inglaterra, habiendo pasado su infancia en Deià?

R.: La religión de mi padre era todo un tema. Cuando me mandaron al college en Inglaterra yo no tenía ni idea de lo que decía; mis palabrotas eran blasfemias, las cosas que decía mi padre sobre La Diosa y yo repetía ¡eran blasfemias! Me llamaba el profesor para darme la caña o simplemente para hablar: ‘esto no se dice’. Yo no sabía lo que era el criquet o el rugby, ¡yo venía del pueblo! No sé tampoco si mi padre se planteaba esto que me ocurría, pero se dio cuenta que por ahí donde yo iba, no llegaría a ninguna parte.

De esa religión propia de mi padre, esa creencia en la Diosa Blanca, yo solo puedo decir que hice la traducción de su ensayo. Lo único que he hecho es traducir lo que él ha dicho. Luego, como geólogo, he completado o rectificado algunos nombres de árboles o lugares, hay pies de página con aclaraciones al respecto.

P.: En relación con este punto, ¿qué le sugiere a usted el título de nuestras Jornadas?

R.: Todo el mundo está en su mundo, es algo muy subjetivo. Hoy en día no puedo decir más que yo mismo estoy en mi mundo, que es lo que me rodea y me interesa: mi jardín, la misma afición de mi padre, y todo me viene del pueblo. Este es mi mundo, un mundo de amigos, mi mundillo más que mi mundo. Y el mundo que veo, lo veo bastante fastidiado, a ver, el paso del tiempo, las muertes cercanas podríamos decir que es ley de vida, pero que haya amigos que no puedo ver desde hace tiempo por la pandemia, el cambio climático, la guerra, ese mundo me afecta.

 

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    Palma de Mallorca, 12 a 116 de julio de 2022, organizado por la Fundación Robert Graves y la Robert Graves Society.
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    Graves, William. Wild Olives: Life in Majorca with Robert Graves. 1997, 2000, 3ra ed., Torre de Viento, Palma de Mallorca.
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    Conversaciones con Robert Graves. Con los pies en el aire. University Press of Mississippi. Ed. Confluencias, Salamanca, 2015
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    Graves, William. Wild Olives: Life in Majorca with Robert Graves. 1997, 2000, 3ra ed., Torre de Viento, Palma de Mallorca.
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    Graves, William. Wild Olives: Life in Majorca with Robert Graves. 1997, 2000, 3ra ed., Torre de Viento, Palma de Mallorca.
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    Campesino de las Illes Balears y Catalunya