«El objeto es muy fuerte»: el universo creativo de Carmen Calvo

No todos los artistas están en el mundo, pero sí todos habitan en su mundo, ese espacio singular en el que tratan su síntoma y lo transforman en arte, ese mundo en el que se produce un estilo único, irreductible. Así hablamos del mundo de David Lynch, de Yayoi Kusama, de Jorge de Oteiza, de Joan Miró o de Carmen Calvo.

El Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) inauguró el 14 de julio una exposición retrospectiva de Carmen Calvo (1950) con motivo de la reciente concesión del Premio Julio González (2022). En una entrevista realizada hace unos años, la artista valenciana, que obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2013, se refería a la presencia del objeto en su producción afirmando que “el objeto es muy fuerte, delata, el objeto siempre delata”1“Todos somos fetichistas”, entrevista realizada por Esther Peñas. (Consulta: 15 de julio de 2022).. Efectivamente, el arte de Calvo es intensamente objetual, en la estela, en muchas ocasiones, del objet trouvé de Marcel Duchamp (Les chercheuses de poux, 2006). Es una producción hecha de piezas y construcciones frágiles que incorpora elementos mundanos descontextualizados, transfigurados en objetos nuevos, ajenos a sí mismos y que nos fuerza a mirar de otra manera. Su mundo se somete a la prueba de la fragmentación con cierta vocación melancólica y desasosegante, en especial aquellas obras que remiten a la infancia (No digo lo que he sido, 2005; Reconozco en esto mi sucia educación de infancia, 2006). A veces resultan artefactos abigarrados, otras, composiciones sutiles, ligeras y simples.

«En psicoanálisis, el arte debe ser puesto en el registro de la producción (…) a título de objeto», de objeto a, nos dice Miller2Miller, J.-A., “Siete observaciones sobre la creación”, en El Psicoanálisis, n. 36, p. 21., donde se condensa el goce. Si hablamos del objeto, hablamos de pérdida, de recuperación y de repetición. El gesto creador de Calvo apunta a esta triada y se vincula con la fragmentación, en tanto que el goce, a partir del Seminario 11, se sitúa del lado de esta. La artista halla en mercados de segunda mano los componentes que ensambla, seria, yuxtapone y somete a sintaxis singulares (Una conversación, 1997, Florece alto en la soledad nocturna, 2005). En dichos rastrillos, conviviendo con los demás objetos y compartiendo con ellos el estatuto objetual, se encuentran las fotografías de las que Carmen Calvo se apropia y convierte en nuevos territorios plásticos. Estos retratos, como afirma Nancy Berthier,  no son un objeto cualquiera, son “objetos-imagen”3“El discreto encanto de la fotografía”, Carmen Calvo, Valencia, IVAM, 2007. que pertenecen al ámbito privado y que la artista metamorfosea bien mediante la yuxtaposición de objetos que tridimensionan la fotografía, bien mediante la aplicación de capas gruesas de pintura opaca. Esta manipulación, generalmente, oculta parcial o totalmente el rostro (Relato superviviente, 2001; El pintor de la vida moderna, 2002; Friso cómico, 2002), obteniendo como resultado retratos desconcertantes, fantasmagóricos, que quiebran la visión amable y tranquilizadora e introducen una dimensión siniestra muy lejos del objeto agalmático.

En la obra de Carmen Calvo, el objeto escópico está especialmente involucrado, no solo en las fotografías, sino también en los collages y en las instalaciones (Sueños vagos, 2003); no solo como representación, sino como desencadenante de la pulsión escópica.

Los ojos se convierten en el punctum4Barthes, R., La cámara lúcida, Paidós, Buenos Aires, 2020. de una serie de obras, tanto por el lado del exceso –en Virgilio (1999) una lluvia de ojos salpica el retrato de un hombre quedando los ojos del retratado camuflados entre muchos otros–; como por el lado de la sustracción de la mirada –un cuchillo hace de velo en Mi chulo, 2000; una mascarilla tapa los ojos de una mujer en Una calle desierta en Estambul, 2000–; o mediante diferentes encuadres del ojo –un antifaz (Comme lui je me consume, 2000) o un pasamontañas (No es lo que parece, 1999). Exceso, ausencia y veladura invocan al espectador a enfrentar su mirada con otra mirada, una mirada que le interpela y enfrenta su mundo a esa invención singular que es el mundo de la artista.

 

  • 1
    “Todos somos fetichistas”, entrevista realizada por Esther Peñas. (Consulta: 15 de julio de 2022).
  • 2
    Miller, J.-A., “Siete observaciones sobre la creación”, en El Psicoanálisis, n. 36, p. 21.
  • 3
    “El discreto encanto de la fotografía”, Carmen Calvo, Valencia, IVAM, 2007.
  • 4
    Barthes, R., La cámara lúcida, Paidós, Buenos Aires, 2020.