Sobre Locura, Evaluación y Tecnocracia

“La ideología tecnocrática se fundamenta en una concepción del radio de acción y del método de la ciencia, (…), según la cual es real solamente aquello que es cuantificable, comprobable empíricamente y manipulable”. “Todo ello, en lugar de basarse en aspectos subjetivos o ideológicos”1Javier Sánchez Galán. Economipedia.com.

La metodología tecnocrática, conlleva la “Evaluación”. Sistemas de evaluación en los que, responder a cuestionarios, ha sustituido a poder “charlar” en una reunión de equipo y poder realizar una elaboración conjunta, a partir de la cual, se encuentran nuevos pasos que dar.

Otro de los instrumentos generados por la Tecnocracia es “El protocolo de intervención”, aplicando la lógica del “Para todos”. El colmo de la locura en la Atención en Salud Mental.

¿Cómo poder intervenir de otro modo, orientado y no protocolizado en Salud Mental?

En mi experiencia de años en la Sanidad Pública, decididamente, sin perder la orientación clínica. Hoy, creo que es una puesta en juego del deseo de analista, aplicado a la Salud Mental.

Se me ocurren multitud de ejemplos, pero elegiré mi experiencia de trabajo orientada por “la práctica entre varios”.

Hablo del Centro de día de Ortuella, donde nos encontramos dos equipos, el educativo y el clínico con una referencia común: La “Práctica entre varios”, modo de trabajo inventado por Antonio Di Ciaccia en L’Anthenne 110. Modo ya implantado en la 1ª Unidad. Con todo, ninguno de nosotros había trabajado antes con esta orientación.

Contamos con 10 plazas para toda Vizcaya, y el tiempo máximo de un año.

Me planteaba cómo íbamos a conseguir que pacientes tan graves pudieran mejorar en un curso. Leímos y hablamos mucho entre nosotros. Trataré de reseñar lo que fuimos construyendo:

Recojo de lo que escribimos: “Crear un lugar para el sujeto supone saber que lo que importa es su propia palabra, aunque lo diga “en clave de síntoma” o de actuaciones. Por eso nos parece fundamental tener en cuenta su demanda, construir con él “su” síntoma, porque es en el síntoma y en la demanda dónde el sujeto está representado”.

Se nos hizo patente la tendencia de los pacientes a hacerse excluir. Por ello decidimos, aplicando uno de los principios del Cártel, que cuando entraba un nuevo paciente, no podía ser excluido. “No tiene que “encajar” él. Seremos nosotros los encargados de hacerle un lugar”.

Nos planteamos también el equipo como Otro institucional: Se trata de un Otro, que no implante la lógica del “todos iguales”. Tampoco de un equipo que constituye un Otro sin fisuras, todos de acuerdo. Más bien al contrario. Así el equipo es necesariamente múltiple, donde circula el diálogo y la palabra. En este modo de trabajo cada uno se orienta necesariamente desde su propia castración, lo cual no es fácil, pero es la riqueza del equipo.

Esto chocaba mucho a los nuevos profesionales. Podíamos mostrar nuestras dudas o desacuerdo entre nosotros. Comprobamos que lejos de desconcertar a los pacientes, les producía la sensación de que se podía opinar y disentir.

Nos planteamos que el proceso terapéutico estaba condicionado desde el primer encuentro con el paciente: “Freud comparaba el inicio de un tratamiento a la apertura de una partida de ajedrez”.

“En las primeras entrevistas tratamos de que su demanda quede constituida como paso previo. Posteriormente, poder construir con él su síntoma a tratar en su estancia. Planteamos el plan de trabajo cuando ya hay un establecimiento de la transferencia”.

Comentaré un ejemplo:

¿Cómo poder ayudar a Eva a tratar su cuerpo doliente? Cuerpo que ella creyó muerto, separado de su cabeza. Sus dolores se iban desplazando por diferentes zonas del cuerpo.

Tenía una total desconfianza en el Otro, ya que le habían derivado al C.D., diciendo que todo eran “nervios”. Nos dejaba poco margen de maniobra. Solo aceptaba pasar un rato en enfermería.

Poco a poco, se dio cuenta que sí le creíamos y fuimos pudiendo reconstruir con ella lo que llamamos su gran crisis, lo que pudo desencadenarla, y cómo se sintió. Así llegamos a construir con ella una hipótesis de lo que le ocurría en su cuerpo:

Un día se me ocurrió decirle que quizá tras su experiencia de muerte, su cuerpo quedó afectado y ahora se estaba recomponiendo, y quizá, también, esos dolores tenían que ver con esa reconstrucción. “Como cuando hay una fractura en un hueso”, le expliqué. El efecto pacificador que esta hipótesis tuvo fue increíble. A partir de ese momento los cuidados de enfermería le aliviaban, tenían un sentido para ella, y seguimos elaborando esta hipótesis junto con la enfermera y el psicólogo, con quien también pudo ir trabajando una rehistorización de su vida. Con el equipo educativo entró a trabajar en los talleres. Sus favoritos fueron teatro, danza y estética.

Comprobamos que cada paciente desplegaba en la transferencia su sintomatología, al modo de la neurosis de transferencia, encontrándonos con la actualización de su problemática en la demanda real.

Así los pacientes iban pudiendo hacer cierta elaboración de lo que les había ocurrido, de la causa de su fracaso y de cómo orientarse en su tarea de “restauración”. En otros casos la posibilidad de elaboración era escasa, siendo, sin embargo, muy sensibles al modo en que tratábamos sus problemas, lo que les permitía ir encontrando sus propias respuestas.

Sin embargo, a pesar del escaso tiempo, comprobamos, que para cada uno, con alguna excepción, su estancia había supuesto un encuentro importante, que establecía un antes y un después.

Nada de esto habría sido posible si nos hubiéramos limitado a aplicar esquemas rígidos fundados en la “Supuesta Eficacia”.

Una experiencia en la que cada uno aprendimos de los otros y conseguimos entender lo que es trabajar desde “la falta”, no desde el saber, dispuestos a encontrar y a que los pacientes encontraran.

Y vaya este relato para agradecer a Antonio Di Ciaccia, y a nuestros predecesores, de quienes recogimos su orientación.

 

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    Javier Sánchez Galán. Economipedia.com