Sin ayuda profesional

El título de las próximas jornadas de la ELP es un amalgama entre el que Miller le dio al capítulo XVIII, “Cada uno en su mundo”, de su seminario Todo el mundo es loco, y la frase de Lacan que usó para nombrarlo. Frase que en Lacan viene seguida de una aclaración: “Todo el mundo es loco, es decir, delirante”1Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Lacaniana, n° 11, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2011, p. 7.

Tal como señala Miller en este mismo seminario, la fórmula del delirio es análoga a la de todo saber (S1-S2), en tanto el significante del saber “es el significante que da sentido a un signo previo fuera de sentido”2Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2020, p. 311. Es en este punto donde podemos situar el delirio generalizado, pues, ¿no es esa, al fin y al cabo, la función del significante del Nombre del padre, la de interpretar el significante del Deseo de la madre en términos fálicos?

 

Forclusión generalizada

En su seminario Del síntoma al fantasma. Y retorno, Miller plantea la metáfora paterna en dos tiempos correspondientes al de los dos significantes que participan en ella. En el primero, el sujeto es confrontado sin mediación a un significante, al significante atribuido al deseo de la madre. Eso, dirá, basta para producir efectos de significado, pero no los articula, ordena ni estabiliza3Miller, J.-A., Del síntoma al fantasma. Y retorno, Paidós, Buenos Aires, 2018, p. 368. Para ello es necesario un segundo significante que sustituya al primero en una operación metafórica que, al tachar el primer significante, produzca el lugar vacío donde el sujeto podrá alojarse inscribiéndose en la significación fálica como sujeto sexuado.

Si leemos la metáfora como el nombre lacaniano de la represión, podemos señalar la represión propia que introduce la metáfora paterna como la represión primaria. Represión, por lo tanto, inaccesible por eminentemente pérdida, que atrae hacía sí todas las represiones secundarias. Lacan no reservó el término de forclusión para la psicosis. Llegó a generalizarla para situarla como una cuestión estructural para todo ser hablante, en tanto la represión neurótica también está fundada en la forclusión de un significante, que permite pensar el sujeto del saber cómo saber que no se sabe, instaurando lo que vendrá a llamar el saber imposible. El todo el mundo es loco se sostiene en ese significante unario forcluido para todo ser hablante, que Miller sitúa en el significante de La mujer.

Este planteamiento, no solo da lugar a la homologación de la estructura del saber y del delirio, sino que a su vez abre la veda a la misoginia estructural del ser hablante, como forma de difamar, de mal decir desde la lógica masculina del todos, aquello que de la femme queda por fuera de dicha lógica. Esta no es sino una de las expresiones de lo que Laura Canedo y Ruth Pinkasz presentan, en el texto de presentación de estas jornadas, como la confrontación de lo universal de los significantes y lo particular de las formas de goce.

 

La invención del Otro

El todo el mundo es loco es una afirmación hermana a la de la inexistencia del Otro. La concepción de una norma que ya estaría allí bajo la forma de la coherencia de la cadena significante, es decir, de la existencia del Otro, se desvela como producto de la lógica paranoica en su intento de dotar de consistencia el orden del universo a partir del S2 del delirio4Borie, J., “De lo patológico a lo normal”. Miller, J-A. La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2020, p. 220. Es a su vez una de las lecturas que podemos extraer del “Todo el mundo es religioso” que profirió Lacan en 1975 en la universidad de Yale, ateniéndonos a su definición etimológica de religare, es decir, “religar S1-S2, hacer una articulación”5
Gorostiza, L., Somos todos religiosos, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2020, p. 32
.

Es en tanto en la enseñanza de Lacan se produce el declive del padre como garante de la ley simbólica, como ideal universal, que empieza a aparecer como “una ficción entre otras, pero una ficción útil”6Esqué, X, El nombre del padre en la enseñanza de Lacan. El psicoanálisis, nº39, es decir, como un operador simbólico del cual el parlêtre se sirve para tratar el traumatismo que introduce el significante en el cuerpo y sus emergencias de goce. Este constituye un real sin ley que se resiste a ser subsumido en el universal de los significantes, abriendo todo un campo de invenciones, de soluciones singulares por fuera de una norma que no existe más que en la creencia en ella que permite su uso. El uso y la invención se introducen justamente en el lugar de la inexistencia del Otro.

La concepción de la existencia del gran Otro simbólico comportaba que el sujeto no era sino efecto del significante, y por lo tanto, estaba determinado por él, por lo que la invención estaba más bien de su lado. Si afirmamos que el Otro no existe, es porque a su vez desplazamos la invención al lado del parlêtre; es él quien inventa al gran Otro como modo de tratamiento del traumatismo. De ese modo se introduce un desplazamiento: del sujeto como efecto, al uso y la invención que quedan de su lado7Miller, J.-A., “La invención psicótica”. Revista virtualia, n.16, Buenos Aires, 2007, p.8. Es el parlêtre quien, a partir de los materiales que tiene a mano, a partir de sus S1, inventará un saber hacer con el traumatismo, que Miller no dudará en darle el valor de bricolage8Ibid., p.2. Si acudimos a la RAE en busca de su definición, encontramos la siguiente: “actividad manual y casera de reparación, instalación, montaje o de cualquier otro tipo, que se realiza sin ayuda profesional”. ¿No es “sin ayuda profesional”, una bella manera de nombrar la soledad con que el parlêtre se las tiene que ver con el goce del Uno disyunto del Otro?

Si leemos el aforismo no relación sexual como la disyunción entre el significante solo que impacta sobre el cuerpo y sus efectos de goce, y el del saber que puede venir a darle un tratamiento por la vía del delirio, podríamos aventurarnos a incluir este aforismo en la fratría que inauguramos.

 

Locura y psicosis

Una de las posibles lecturas del título de las jornadas que nos ocupan, podría fácilmente ser la del fin del diagnóstico diferencial. Es por ello que quisiera hacer resaltar lo que Miller sitúa en su seminario Todo el mundo es loco, respecto a la oscilación de la posición de Lacan frente a la psicosis. Por un lado está la posición que trasluce la universalización de la locura, en tanto la relación del sujeto con la verdad está siempre marcada por una elucubración de saber que es, por definición, delirante. Es lo que hemos tratado de dilucidar a partir de la inexistencia del Otro y la no relación sexual. Por el otro lado, encontramos la aseveración de Lacan respecto del real de la psicosis, señalando que no se trata de un semblante social, de una apariencia, de un decir. Existe una tensión entre ambas posiciones que, no obstante, Lacan se esfuerza en articular9Miller J.-A., Todo el mundo es loco, op. cit., p. 311. Es a partir de este real, que podemos trazar la distinción entre locura y psicosis, y de ese modo afirmar: todos locos, sí, pero no todos psicóticos.

 

  • 1
    Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes!”, Lacaniana, n° 11, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2011, p. 7
  • 2
    Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2020, p. 311
  • 3
    Miller, J.-A., Del síntoma al fantasma. Y retorno, Paidós, Buenos Aires, 2018, p. 368
  • 4
    Borie, J., “De lo patológico a lo normal”. Miller, J-A. La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2020, p. 220
  • 5

    Gorostiza, L., Somos todos religiosos, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2020, p. 32
  • 6
    Esqué, X, El nombre del padre en la enseñanza de Lacan. El psicoanálisis, nº39
  • 7
    Miller, J.-A., “La invención psicótica”. Revista virtualia, n.16, Buenos Aires, 2007, p.8
  • 8
    Ibid., p.2
  • 9
    Miller J.-A., Todo el mundo es loco, op. cit., p. 311